jueves, marzo 1

Contra el mismo

Tantos años, y tantos todo el día,
menos hombre, más Dios, Góngora hermano.
No altar, garito sí; poco cristiano,
mucho tahúr, no clérigo, sí arpía.

Alzar, no a Dios: extraña clerecía.
Misal apenas, naipe cotidiano;
sacar lengua y barato, viejo y vano,
son su misas, no templo y sacristía.

Los que güelen tu musa y tus emplastos,
cuando en canas y arrugas te amortajas,
tal epitafio dan a tu locura:

"Yace aquí el capellán del rey de bastos,
que en Córdoba nació, murió en Barajas
y en las Pintas le dieron sepultura"

FRANCISCO DE QUEVEDO Y VILLEGAS.

lunes, febrero 5

El fútbol es así

El fútbol es un ejemplo extremo de la vida, hoy eres el mejor del mundo, mañana no sirves ni para llevar las botas de los juveniles … todo va deprisa, no hay paciencia, no hay ganas de entender, solo de ver resultados, solo de ver los resultados que queremos ver.

Así es la vida, un curioso juego de azar que permite cambiar de opinión en un instante, que permite jugársela a doble o nada y culpar a otro jugador de haber provocado el mal fario.
Admite el derecho a demonizar los deseos que desaparecen, porque nos gustaría que se cumpliesen siempre.
Permite pasar del bien al mal en un abrir y cerrar de ojos, pasar de adorar a aborrecer en tan solo días, lo divertido pasa a ser prepotente, lo interesante, chabacano. Se pasa de dar a pedir, y de pedir a exigir… y finalmente a reprender.
La vida permite juzgar sin conocer, sin creer, sin dar tiempo.

Sólo la conciencia de haber dado lo que se tiene, como se tiene y cuando se tiene permite asumir que lo que se es no es lo que se quiere que seas. Puede que no se lo más popular, pero es lo que puedo y debo hacer ahora… El tiempo dará la razón a quien la tenga, si es que alguien la tiene. En cualquier caso no suelo buscar razones para cosas que no son del ámbito del intelecto. Al final todos somos nosotros y nuestras circunstancias.
Mientras tanto, para el que quiera creer, sólo puedo pedir disculpas por el daño causado y el lucro cesante. Para el que no, que la vida vaya bonita.

miércoles, diciembre 20

Alma de marinero

Viajar siempre fue su pasión, su ilusión.
Viajar era soñar despierto, era adrenalina por lo desconocido, fervor por el riesgo de descubrir cosas nuevas, la agitación de nuevas experiencias, la necesidad de aire nuevo, de vida distinta, de ideas desiguales, de sentimientos intensos, de sonrisas blancas, de sonrisas negras, de abrazos tímidos, de presencias abrumadoras, de situaciones hilarantes, de momentos aterradores, de descolocarse para valorar el orden, de alimentarse de vida, de lo distinto, de lo raro, de lo diferente, eso era para él estar vivo.

Sin embargo, un día tuvo que partir en un viaje que no tenía muchas ganas de hacer, un viaje que no tenía fecha de vuelta, y sin embargo era un viaje que había que hacer. Se mezclaban en la coctelera un sin fin de sensaciones; liberación, ansias de dejar atrás las tormentas y huracanes, las envidias, los malos entendidos, la resignación de lo que no se puede cambiar, la tristeza de no poder y sí querer. Y con ello, por primera vez también miedo, mucho miedo, miedo a no volver, miedo a volver y no encontrar, miedo a quedar sin rumbo en alta mar, lejos de toda referencia, de todo lo familiar, de todo lo conocido, desorientado, aturdido, perdido…

Todavía aquel marino deambula por un mar sin carta austral, sin mapas ni cartapacio, dejando que las corrientes le acerquen a puertos donde poder sumar para sobrevivir.
Puertos exóticos, puertos de paso, puertos rígidos y exigentes, puertos abiertos y acogedores, puertos intensos, puertos… En el camino ha encontrado tesoros, ha conocido paraísos, ha probado manjares, pero sufre el hechizo de no poder conservar las sensaciones durante mucho tiempo, quizá la sal y la humedad del viaje ha provocado una costra de sal que no deja traspasar la emoción, la ilusión y el calor al centro de su corazón lo suficiente para encontrar un rumbo… quizá sea la confusión de no poder volver al puerto del querer lo que hiela sus entrañas.

Con la estética del que está de vuelta de todo, del que no necesita nada, disfraza y disimula el peso del gran castigo de ser llevado a la deriva, viendo pasar la vida, disfrutando momentos eternos tan solo unos instantes, sintiendo que esa inercia de la deriva desgarra amarres y no poder evitarlo.
Pequer

lunes, diciembre 4

Till there was you

There were bells on a hill
But I never heard them ringing
No I never heard them at all
Till there was you

There were birds in the sky
But I never saw them winging
No I never saw them at all
Till there was you

Then there was music and wonderful roses
They tell me in sweet fragrant meadows of dawn and you

There was love all around
But I never heard it singing
No I never heard it at all
Till there was you

Then there was music and wonderful roses
They tell me in sweet fragrant meadows of dawn and you

There was love all around
But I never heard it singing
No I never heard it at all
Till there was you

Till there was you

The Beatles

domingo, noviembre 26

Los Gigantes

Centinelas de corazón pétreo
que aguantáis el perenne empuje
que soportáis el sonoro desgaste
de los incesantes abrazos de sal.

Leales compañeros de batalla
anhelantes vigías que esperan tierra hermana
resignados sabiendo que nunca la podrán tocar
conformandose son la brisa de su aroma.

Imponentes guerreros de pose tranquila
inamovibles al desánimo
inaccesibles sus ojos
respetados, admirados, venerados.

Hoy me es fácil sentir vuestra compañía
vuestra sorda pero cálida presencia
vuestra incorruptibilidad
Hoy habéis compartido conmigo mi soledad


Pequer

... y vuelves a faltarme tú

El negro de la noche me acompaña en esta soledad elegida.
En un bis-a-bis con mi alma, paso revista a mi estado de ánimo.
A medio camino del resurgir, encuentro fuertes muestras de mí;
vuelve la confianza escondida, vuelve la sonrisa evadida, vuelve el carácter perdido, vuelve el huracán de vida a correr por mis venas ...
y vuelves a faltarme tú.

He recuperado casi todo lo que de mí era yo, he reconstruído los cimientos desolados de la ciudad de mi cuerpo y de mi alma.
Y sin embargo, todavía tengo el agujero en la zona cero de lo que de mí eras tú.

Pequer

sábado, noviembre 18

Volar

No sé, me importa un pito que las mujeres tengan los senos como
magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija.
Le doy una importancia igual a cero, al hecho de que amanezcan
con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida.
Soy perfectamente capaz de soportarles una nariz que sacaría el primer
premio en una exposición de zanahorias;
¡pero eso sí! - y en esto soy irreductible –
no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar.
Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretenden seducirme!
Esta fue - y no otra – la razón de que me enamorase tan locamente, de
María Luisa. ¿Que me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos?
¿Que me importaban sus extremidades de palmípedo y sus miradas de
pronóstico reservado?
¡María Luisa era una verdadera pluma!
Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina, volaba del comedor
a la despensa. Volando me preparaba el baño, la camisa.
Volando realizaba sus compras, sus quehaceres...
¡Con que impaciencia yo esperaba que volviese, volando de algún paseo
por los alrededores! Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito
rosado. “¡María Luisa! ¡María Luisa!... y a los pocos segundos, ya me
abrazaba con sus piernas de pluma, para llevarme, volando, a cualquier
parte.
Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia que nos
aproximaba al paraíso; durante horas enteras nos anidábamos en una
nube, como dos ángeles, y de repente, en tirabuzón, en hoja muerta, el
aterrizaje forzoso de un espasmo.
¡Que delicia la de tener una mujer tan ligera... aunque nos haga ver,
de vez en cuando las estrellas! ¡Que voluptuosidad la de pasarse los
días entre las nubes... la de pasarse las noches de un solo vuelo!
Después de conocer a una mujer etérea, ¿puede brindarnos alguna clase
de atractivos una mujer terrestre? ¿Verdad que no hay una diferencia
sustancial entre vivir con una vaca o con una mujer que tenga las
nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?
Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender la seducción de una mujer
pedestre, y por más empeño que ponga en conseguirlo, no me es posible
ni tan siquiera imaginar que pueda hacerse el amor más que volando.

Oliverio Girondo

viernes, noviembre 17

Evitemos la muerte en suaves cuotas ...

Muere lentamente quien se transforma en esclavo del hábito, repitiendo todos los días los mismos trayectos, quien no cambia de marca, no arriesga vestir un color nuevo y no le habla a quien no conoce.
Muere lentamente quien hace de la televisión su gurú.
Muere lentamente quien evita una pasión, quien prefiere el negro sobre blanco y los puntos sobre las "íes" a un remolino de emociones, justamente las que rescatan el brillo de los ojos, sonrisas de los bostezos, corazones a los tropiezos y sentimientos.
Muere lentamente quien no voltea la mesa cuando está infeliz en el trabajo, quien no arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño, quien no se permite por lo menos una vez en la vida, huir de los consejos sensatos.
Muere lentamente quien no viaja, quien no lee, quien no oye música, quien no encuentra gracia en sí mismo.
Muere lentamente quien destruye su amor propio, quien no se deja ayudar.
Muere lentamente, quien pasa los días quejándose de su mala suerte o de la lluvia incesante.
Muere lentamente, quien abandona un proyecto antes de iniciarlo, no preguntando de un asunto que desconoce o no respondiendo cuando le indagan sobre algo que sabe.
Evitemos la muerte en suaves cuotas, recordando siempre que estar vivo exige un esfuerzo mucho mayor que el simple hecho de respirar. Solamente la ardiente paciencia hará que conquistemos una espléndida felicidad.
P.Neruda

Entre papeles perdidos.

Ayer entre algunos archivos encontré unas fotos tuyas olvidadas. En mi cara se dibujó una sonrisa por el recuerdo de tu alegría, de tu vitalidad y de tus caricias. Una lágrima recorrió mi mejilla por el hielo de la distancia más dura que la distancia física que nos separa. Gracias por hacerme sentir, gracias por darme lo que me diste.

Pequer